Si eres amante de la naturaleza quizá ya sepas que Sri Lanka es uno de los lugares del mundo con mayor diversidad endémica de flora y fauna, pero si no lo eres, puedes hacer de este argumento una buena excusa para visitar la perla del Índico, recorrer algunos de sus parques y maravillarte de su riqueza.
Yala se convirtió en Parque Nacional en 1938 y es una buena muestra del patrimonio natural de esta isla. En sus casi 130,000 hectáreas de superficie acoge bosque ligero, arbustos, praderas, lagunas y bancos de arena que sirven de hogar a 44 variedades distintas de mamíferos y 215 de aves. Aquí el rey no es el león, sino el leopardo de Ceilán, si tenemos en cuenta todos los que habitan en el parque. Junto con ellos encontrarás elefantes, - quizá sea este el más famoso reclamo del lugar - chacales, cocodrilos, pavos reales y una larga lista de animales en libertad.
Pero el Parque Nacional de Yala no sólo destaca por su espectacular vida salvaje, sino que además alberga signos de una civilización perdida. El Templo-roca de Sithulpawwa es un emblema del legado religioso de Sri Lanka con más de 2,200 años de antigüedad. Se dice que este lugar llegó a tener 12,000 habitantes, monjes, que vivían y buscaban refugio en su intrincado sistema de cuevas. La cueva principal es un punto destacado de la visita por sus frescos y pinturas murales de la era Anuradhapura (269 A.C. – 993 D.C.).
Cada mes, en la fiesta budista de los días de luna llena, el templo recibe multitud de peregrinos vestidos de blanco.
Si te apetece conocer Yala, esta es una buena época. De febrero a julio, cuando los niveles de agua del parque son más bajos, los animales tienden a salir de sus escondites y es más fácil verlos en lugares abiertos.